RELATO BREVE
Aquella mañana en el bar, mientras
tomaba mi habitual apenas cortado con dos de grasa, ocurrió algo muy
particular, que desató mi curiosidad, y me hizo reflexionar.
Suele venir cada tanto al bar, un
señor bastante mayor, que a pesar de hacerlo con cierta frecuencia,
invariablemente se sienta solo, y alejado del habitual bullicio que generan los
parroquianos habitués del bar, conformados por mecánicos, taxistas y otros vecinos
del barrio.
No sé nada de este señor.
Solamente que las pocas veces que lo he visto, siempre está solo, enfrascado en
sus pensamientos, y que no habla con nadie.
Creo recordar, que alguna vez alguien
me comentó que era un buen vecino, y que hace un tiempo, había fallecido su
esposa.
Como no sé su nombre, con todo
respeto, lo vamos a llamar “el hombre triste”.
Sin que él lo percibiera, lo
estuve observando durante largo rato, tratando de imaginar los fantasmas que
vagarían por su mente.
Tal vez no esté contento con el
destino que le tocó vivir. O quizás no esté conforme con la vida misma…
Mientras su café se enfriaba,
pasó largo rato casi inmóvil, con la mirada perdida en no sé dónde, y
completamente abstraído por sus pensamientos.
De pronto, en un gesto que
interpreté como de agotamiento mental, se cubrió el rostro con las manos,
ocultando sus ojos, probablemente para no ver, o no imaginar su realidad de
hombre triste.
Ocultaba con sus rugosas y
temblorosas manos, maltratadas por la vida, esos mismos ojos que alguna vez lo
habrán visto llorar.
Quizás trataba de ocultar su
abatimiento por tantos desengaños, y por tantos años esperando algo que no sabe
bien, o simplemente, no esperando nada.
Después de un rato, apurando el
último sorbo de café, de una taza ya fría, pero llena de recuerdos e historias,
el hombre triste se puso de pie, como tomando valor para reanudar su vida gris.
Una vez más.
Cuando lo vi salir del bar con
paso cansino, me quedé pensando en que seguramente, hace algún tiempo atrás, el
hombre triste habrá tenido sueños e ilusiones, que la vida, en tantos años se
encargó de ir desmoronando uno tras otro.
El destino es ingrato con los
mayores.
La soledad, la depresión y la
tristeza, los arrastra como el mar…
Eduardo Esarte
(Publicado por primera vez en el muro de Facebook del autor el
Jueves 30/07/2015)
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