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Mi amigo el doctor, (que no tiene nada que ver con la célebre obra “M’hijo el dotor”, escrita por el ilustre dramaturgo oriental de principio del siglo pasado, Florencio Sanchez) tiene una computadora Pentium 4 de la anterior generación, que compró hace dos años, y con lógica razón, me planteó que pretendía que todavía le durara uno o dos años más, pero que quería ampliar la capacidad del disco, que le resultaba escasa, y por ello decidió consultarme.
Le recomendé que le agregara un segundo disco de 80 GB de capacidad, que se consiguen muy baratos y un poco más de memoria para mejorar la performance de los nuevos programas que son bastante pesados. Un gasto, que entre las dos cosas, no podía superar los 400 pesos, y le aseguraba un poco de tranquilidad para los próximos dos años que tenía que durar la Pentium 4.
Con esa idea en la cabeza me fui a la Galería Jardín, y en un negocio de la Planta Baja que sé que venden memorias de marca, que son más confiables, el vendedor que me atendió enseguida me ofreció: “-Tengo las Kingston de un mega por cuatrocientos, y cuestan 66 dólares-”
Me pareció un buen precio, por lo que acepté la oferta y me llevé mi memoria Kingston, pero me quedé perplejo por la forma en que describió el producto el vendedor.
Por mi formación como docente, y mi trabajo en la radio como profesional de la informática, nunca va a dejar de llamarme la atención, esta simplificación que hace la jerga informática, de dispositivos de enorme complejidad, y que sería bueno conocer más en detalle, para no caer en los habituales errores de los incautos compradores, que hacen que después las cosas no funcionen.
En realidad el “mega por cuatrocientos” que me ofreció el vendedor, se refería a un tipo de memoria RAM, que se denomina DDR SDRAM que es el acrónimo de Double Data Rate Synchronous Dynamic Random Access Memory, es decir, algo así como: Memoria dinámica de acceso aleatorio sincrónico a doble tasa de datos.
Esto significa que esta memoria, que por ser sincrónica, funciona a la misma frecuencia que el microprocesador, envía los datos dos veces por cada ciclo de reloj, uno en el flanco ascendente de la onda y otro en el descendente. De este modo trabaja al doble de velocidad del bus del sistema, sin necesidad de aumentar la frecuencia del clock.
Se presenta en módulos DIMM (Dual In-line Memory Module) de 184 contactos. Este tipo de memorias se clasifican en función de la frecuencia del bus, en este caso, los “cuatrocientos” significa que trabaja a una frecuencia de 400MHz, que es el doble de los 200MHz del bus de memoria.
A esta frecuencia de trabajo, ofrece tasas de transferencia de hasta 3,2 GB/s, y por eso se la denomina indistintamente DDR400 ó PC3200.
Muy probablemente el vendedor que me ofreció el “mega por cuatrocientos”, debe ignorar por completo la explicación que acabo de exponer, pero forma parte de la gran mayoría de las personas que reciben a diario mensajes confusos y a veces con intencionados engaños, que se encargan de divulgar los responsables de Marketing de las empresas de informática y telecomunicaciones, que se han empeñado en hacer más “amigable” la tecnología, distorsionando los términos técnicos.
Cuando llegué a mi casa ese mismo día, recibí un llamado telefónico, de una señorita que dijo llamarse Gimena y pertenecer a la Gerencia Comercial de Fibertel.
A pesar de no haber hablado jamás con la tal Gimena, ella parecía conocerme de toda la vida, ya que me hablaba con una familiaridad poco habitual, que no dejó de sorprenderme: “Es una promo por el día del amigo” […] “Cuantos hijos tenés?” […] “Si los chicos van al cole.. no sabés… ellos lo re-necesitan…” […] “No pienses en vos… pensá en lo que lo van a disfrutar ellos…”
Obviamente, Gimena no sabía quien soy, ni como se maneja la tecnología en mi casa, donde somos tres, y hay cuatro computadoras, todas conectadas a una red inalámbrica y obviamente con acceso a Internet, pero empleaba las técnicas de ventas que le habían enseñado.
En definitiva lo que la pobre Gimena me quería ofrecer, era una conexión a Internet por cable de “Dos Megas”
¿Dos Megas? –pregunté como no entendiendo-
Si… Dos Megas... –contestó Gimena, como sabiendo de lo que hablaba- …no sabés lo que es…!! …nosotros lo usamos acá, y vuela…!!
¿Mega qué? –pregunté nuevamente-
¿Como Mega qué..? En una conexión de dos Megas… para Internet….
Si… si… eso está claro… pero yo te pregunto ¿Mega qué? Mega es un prefijo… pueden ser Megawatts, Megahertz, Megabytes… -mencioné intencionalmente por si le iluminaba el conocimiento a la desconcertada telemarketer-
No sé… -contesta Gimena perturbada- …aquí dice Dos Megas… no sé que más querés saber… ¿te cuento cómo es el plan…? Solo tenés que pagar 44 pesos por mes…
No..!! yo solo quería saber qué son los Megas… -dije insistiendo-
Totalmente ofuscada, se quedó sin respuestas y utilizó el viejo recurso de: “¿me aguardás un momento en línea…?” a lo que la siguió una musiquita y un spot publicitario con una vos de locutora muy cordial (inmediatamente reconocí que se trataba de la voz de mi amiga Marita Monteleone) promocionando el mismo plan de “Dos Megas” que me ofrecía Gimena por el día del amigo.
Demás está decir que Gimena jamás me volvió a atender, y que la comunicación después de unos minutos se cortó repentinamente y comenzó a dar tono de ocupado.
Entre el vendedor de memorias de la Galería Jardín, y mi experiencia telefónica con Gimena, habían logrado convencerme, que lo que yo hasta ahora conocía como un prefijo de magnitudes, conformando múltiplos y submúltiplos, que representa a la cantidad de un millón de unidades de las mismas, ahora se había convertido en un sustantivo adjetivado que parece autodefinirse.
A esto debemos agregar la multiplicidad de términos informáticos en inglés que se han incorporado a nuestro vocabulario, al parecer en forma muy natural, y que parecen cumplir con las reglas gramaticales de nuestro idioma, como si pertenecieran al mismo.
A modo de ejemplo, analicemos la palabra “boot” que en inglés quiere decir “arranque”, y que se utiliza en la computadoras para indicar justamente esa acción, por lo que para decir arrancar, decimos “bootear” como si fuera un verbo en infinito de nuestra rica lengua castellana.
Si esto fuera así, podríamos decir: Yo booteo, tu booteas, él bootea… y continuar así con todas las personas y tiempos verbales. Un horror, que se repite con otros términos similares como “chatear”, “googlear”, “postear”, y muchos otros que ya forman parte de nuestro vocabulario habitual.
Entre los términos informáticos que empleamos a diario, desconociendo su verdadero significado, y aquellos otros, que provenientes de una lengua extranjera, los utilizamos de forma gramaticalmente incorrecta, estamos generando peligrosas distorsiones, que solo pueden provocar más confusión aún de la que ya tenemos.
Solo la educación, puede ayudarnos a superar estas invisibles barreras que nos separan de la evolución de las nuevas tecnologías, y que traen nuevos conflictos y nuevas complejidades, al ya bastante desafiante mundo de la posmodernidad.
En la capacitación está la clave. Ojalá nuestros gobernantes algún día lo entiendan.
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13 julio 2008
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