10 febrero 2012

Chau Flaco... hasta pronto



Las artes en general, ocupan un espacio simbólico muy importante  en el mundo emocional de las personas. Pero hay algunas expresiones artísticas en particular, que nos llegan más profundamente, y hacen vibrar una clave íntima, como si fuera la combinación exacta de la llave del alma.

En particular nos pasa con la música, más que con ninguna otra expresión del arte. Es como si existiera cierta combinación de sonidos, o de notas musicales, que resuenan en nuestro interior de una manera especial, generando una empatía sonora, que a su vez es capaz de despertar la emoción.

Es difícil de explicar con palabras, por qué algunas canciones logran ensamblarse tan fuertemente con nuestro ADN, hasta llegar a emocionarnos, y muchas veces, porque no, llenar nuestros ojos de lágrimas.


Cuando un artista crea una canción, es un acto individual y muy íntimo. Pero cuando esa canción  llega a la gente, se genera un hecho comunicacional de apropiación de esa canción, y a partir de ahí, una resignificación simbólica, que cada persona hace de la misma.
Y entonces la canción deja de pertenecer al artista, y las personas la adoptan  para incorporarla a su propia historia emotiva.

Cada uno  reinventa esa canción en su interior, agregándoles nuevos significados, que tienen que ver con su historia, sus valores, sus creencias , y que no siempre se asemejan a la significación y la intencionalidad del autor original de la canción.

Pero como las historias, los valores y las creencias, muchas veces son compartidos por muchas personas de una misma generación, a veces la apropiación de las canciones es colectiva, y la resignificación de la misma es compartida por muchas personas. Eso, y no otra cosa, es lo que constituye la tan vapuleada cultura popular.

Y eso es lo que logró, la impresionante construcción musical y poética de Almendra, la primera gran banda del Rock Nacional, de la mano de su líder, el talentoso Luis Alberto Spinetta.

El Flaco estampó  su impronta artística, en cada una de las grandes canciones que escribió, y a los que atravesábamos la difícil década de los 70’s, con nuestra adolescencia juvenil a cuestas, en medio de un escenario político-social complejo, nos llegó a las fibras más íntimas de nuestras almas y nuestros corazones, generando un mito colectivo, que va a perdurar por siempre, a pesar de la lamentable  desaparición física de Luis.

La apropiación colectiva que hicimos de bellísimas canciones como Ana no duerme, Las manos de Fermín, plegaria para un niño dormido, y muchísimas otras, cobraron nuevos significados en cada uno de nosotros, y expresaron simbólicamente, lo que cada uno de nosotros hubiera querido decir.
Quién de nosotros no bailó “apretado”, y se enamoró quizás de su primera chica/chico, mientras sonaba muchacha ojos de papel… ??

Sin lugar a dudas, el Flaco Spinetta, forma parte indisoluble del ADN musical colectivo de toda una generación de argentinos que elegimos su música como expresión emocional, probablemente para contrarrestar la época hostil que nos tocó atravesar.

Chau Flaco… hasta pronto.

Gracias por tu música y por tu poesía…  Lloré mucho por vos...  seguirás siempre vivo, en nuestros corazones y en nuestras almas.

EDUARDO ESARTE